sábado, 2 de noviembre de 2013

La divergencia de opiniones ha sido y será siempre una constante de la humanidad. Así también el temor a lo novedoso. Pensemos, entonces, una situación en que ellas se suman dando un resultado desagradable: aquella cuando queremos adquirir un producto nuevo y buscamos recomendaciones. Un hotel, una tablet, medicamentos o incluso la marca de la pasta que prepararemos en la cena. La oferta siempre es enorme así como variadas son las opiniones. Y esa enormidad está llena de novedades. Porque, además, debemos contar con el constante progreso, la innovación. El producto de ayer ya no es el mismo de hoy; el de hoy, mañana cambiará. La novedad siempre amenaza con sacarnos de nuestra zona de confort... No hay que lamentarse; así marchan bien las cosas. Creemos en el desarrollo.

Pero, entonces, ¿cómo se para el consumidor frente a la abrumadora oferta? Ya lo dijimos: buscando recomendaciones. En tiempos predigitales, algún primo, compañeros de trabajo, el amigo de un amigo de un amigo. Alguien relativamente cercano que ya hubiera tenido la experiencia. Pero nótese: esa experiencia es su experiencia. Con tan mala suerte que muchas veces no resultaba ser también la nuestra. El hotel que tanto gustó a aquel amigo, a nosotros nos pareció, más bien, incómodo. El restaurante que a él satisfacía, no nos dejó un buen sabor de boca. Las recomendaciones, pues, no siempre eran las más apropiadas. Se justificaba, así, nuestro temor a la cosas nuevas.

La era digital ha mejorado la experiencia del consumidor al darle más información para que tome sus decisiones de compra.


Sin embargo, el mundo cambió. Llegó Internet y toda una familia de dispositivos electrónicos que quisieron aligerar el yugo de decisiones casi a ciegas. Así es que hoy en día no dependemos de amigos de amigos, ni de nuestros familiares con todo y su criterio desacertado. O cuando menos, no dependemos sólo de ellos. Al alcance de unos pocos clics tenemos una fuente inagotable de información a la que nunca se había podido acceder tan cómodamente. Las opciones siguen apareciendo en nuestro panorama, principalmente, por recomendación de alguien conocido, sí, pero la decisión queda más a nuestro criterio. Si él considera que tal hotel del eje cafetero es bueno, entramos a su página web para que sea el hotel mismo quien termine de convencernos. Vemos fotografías de sus habitaciones, sus áreas sociales, nos enteramos de los servicios que ofrece y de su ubicación. Acaso no queremos que nos seduzca la primera impresión y, entonces, miramos un poco lo que ofrece su competencia. Buscamos, también, qué han dicho personas que se hayan hospedado ya en estos hoteles. Ojalá encontremos también videos de su interior y recomendaciones sobre los atractivos turísticos que se encuentran cerca...

La divergencia de opiniones sigue existiendo. Lo que ha cambiado es que enfrentarse a lo novedoso no tiene por qué ser un juego de ruleta. El papel de Internet en el mercado es decisivo y ha cambiado para siempre su rostro. Los consumidores de la era digital son personas muy bien informadas que no toman decisiones a la ligera. Ellos se paran frente a las ofertas y preguntan altaneros a cada una: «¿qué tienes para mí? Dame más información». Entonces, pregúntate, querido empresario, ¿qué tienes para ofrecer y cómo lo ofreces? ¿Está tu empresa preparada para ese nuevo rostro del mercado de consumidores bien informados? ¿Estás ayudando a tus clientes a tomar bien su decisión? ¿Ofreces información pertinente, de manera clara y disponible para todos los medios, para computadores, para dispositivos móviles?

Los consumidores quieren tomar mejor sus decisiones y esto lo logran con mejor información. Ahora es cuando debes presentar de manera amplia tu oferta y ganar en el momento decisivo en que un cliente pregunta por ti.

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